Taramundi-Pumares

Salimos desde Barreiros, más concretamente de Remior, donde estábamos hospedados en una casita rural con mucho encanto llamada Os tres teixos.
Nos dirigíamos a Taramundi.

LA RUTA: 146 kms.


Habíamos estado en Ribadeo varias veces de noche pero de día era más precioso todavía.


Por fin, tras circundar por carreteras de curvas con paisajes preciosos, lleeeeeenos de verde por todos lados y agua, mucha agua, llegamos a Taramundi.
Las fotos hablan por sí sólas.


Pasamos por la oficina de información y turimos y nos recomendadon hacer la ruta del Agua y, sorpresa, estaba la ruta de los Ferreiros, que debían ser familiares míos, je, je...


Tras andar unos 900 metros por una carretera de curvas pronunciadas y sin arcén, llegamos al museo del agua donde se podía observar y hasta experimentar los distintos usos que del agua hacían los habitantes de la zona, sobre todo a la hora de la molienda del grano.
Era una exposición didáctica a la ver que interactiva.
Merece la pena verlo.














En el mismo lugar del museo, un amable caballero no ofreción probar unos arándanos que cultivaban en la sierra, de manera natural, a la vez que nos invitó a visitar el restaurante en el utilizaban productos ecológicos y muchos de ellos cultivados por ellos mismos en la zona.
Nos atrajo la idea y nos aventuramos a ir.
¿he dicho "nos aventuramos"?
Pues sí. Nos dijo que estaba a unos 6 kms. pero a mí se me hicieron más largos que todos los recorridos en mi vida.
La carreterita era estrecha, asfaltada lo justo. Digo lo justo porque no me quería imaginar tener que cruzarme por otro vehículo. Las caídas laterales eran cada vez más grandes, y es que no parábamos de subir y subir.
Por fin llegamos, y nuestra sorpresa, agradable, era que no éramos los únicos.
El restaurante era precisoso, muy agradable. Combinaba perfectamente líneas tradicionales con modernas.
Nos sentamos a comer y nos fueron trayendo alguna que otra delicatessen, a modo de degustación, realizada por frutos del bosque de su huerta. También nos deleitaron con cerveza exótica y algún que otro licorcito del que era mejor no abusar, que había que coger el coche.
Los segundo platos, entrecot y bacalao, estabán impresionantes.



Al salir, unas fotitos para que veais la construcción en medio de ninguna parte. Eso si, naturaleza en estado puro.

 



Salimos del restaurante, por carreteras desconocidas, sin saber a donde nos llevaban, pero con un destino asumido, Santa Eulalia de Oscos, para desde allí, llegar a Pumares, lugar desde donde salía una ruta llamada Seimeira, que te lleva a la Cascada de Santa Eulalia del Oscos.


Como podeis ves en la foto anterior, no parábamos de subir y sin saber donde estábamos.
Pasámos por pueblos pequeños, pequenísimos, donde la gente que nos veía pasar se quedaba mirando, quizás preguntándose que a donde íbamos por ahí.
Llegó un momento que tuve que parar para mirar el mapa y de paso contemplar el impresionante paisaje.


Por llegamos a Pumares, donde se iniciaba la ruta.

Era un pueblo pequeño, precioso, pero que aparentaba de construcción más bien reciente.
Los alrededores preciosos.





Comenzamos la ruta con algo de inquietud pues nos habían dicho que duraba unas dos horas y la puesta de sol nos íba a venir justita.
La ruta transcurría por la ribera de un río de poco caudal pero rodeado de vegetación boscosa que apenas dejaba entrar la luz.
Pasamos por ruínas de antiguas casas de pastores, de piedra que te llenaban de nostalgia y te transportaban a otros tiempos de vidas mucho más duras. Debido a que íbamos deprisa, tengo que reconocer que no disfrutamos mucho del trayecto. Una pena, porque lo que recuerdo era disfrutarlo de verdad.
Unas fotos de la cascada, que según algún otro visitante, no tenía la cantidad de agua esperada.


La paz del lugar era impresionante.
Pero fijaros en la poca luz de las fotos. Están hechas con el flash.


Al final, y tras hacer una vuelta meteórica (las 2 horas previstas las dejamos en hora y media), llegamos con luz a Pumares y echamos otras fotos, ya con más tranquilidad.



Allí nos estaba esperando nuestro coche.
Qué gusto cuando nos sentamos después de un día tan largo pero lleno de emociones.


Pensamos que no íbamos a pasar por el hotel y nos dirigímos directamente al puerto de Ribadeo a cenar.
Encontramos un restaurante, La Solana, en el que celebraban la semana del bogavante y no nos lo pensamos.
Fabes con bogavante para Sonia un Arroz con bogavante para mí.
Una cena "ligera", que antes comenzó con unos mejillones y almejas marinera.
Las fotos lo dicen todo.

  




Como habeis visto, lo terminamos todo. MUY RECOMENDABLE. 
Espero que os haya gustado.

Comentarios

Entradas populares